El siguiente texto es de Jorge Paolantonio, que es escritor, periodista, docente universitario y traductor al inglés. Ha publicado tanto poesía como narrativa. Además, se han puesto en escena cuatro de sus piezas teatrales. Recibió una enorme cantidad de premios literarios, entre los que se destacan el Premio Regional-Nacional de Poesía (NOA, Bienio 1993/1995) y el Primer Premio Municipal de Novela (2002/2003).
Nuestro mayor agradecimiento por sus palabras.
Amigos:
El propósito es presentar aquí, entre nosotros, la colección “Sólo cuentos” de Edulp, la Editora de la Universidad Nacional de La Plata y, en particular, los libros de Marina Arias, Juan José Burzi, Marina Porcelli, y Pablo Vinci que son los cuatro primeros títulos de este nuevo lanzamiento editorial.
No hace falta decir que cuatro autores para un único presentador puede parecer, cuando menos, algo desmedido, exagerado o pretencioso; pero como en tiempos de grandes crisis el ahorro alcanza también a las palabras, heme aquí. Y como ven, sin ángeles custodios. Otrosí digamos, en aras de mi respeto para todos ustedes: seré breve. Y aclaro, no es que con cuatro libros y cuatro autores haya poco para decir. Por el contrario: hay riqueza textual y personal, mucha. De allí que hagan tanta falta los lectores.
En Hacia el Mar (Arias), Un Dios demasiado pequeño (Burzi), De la noche rota (Porcelli), y El salto del final (Vinci) hay un cúmulo de historias ricas en matices y estilos. Hay cuatro voces que, a distinto volumen, con infinidad de matices y una variedad de objetivos, plasman su discurso buscando el encuentro o la complicidad de tantos ojos y conciencias como sea posible. Esto, de por sí, no hace sino responder a y cumplir con un precepto obvio de quien hace literatura.
Quien enfrenta por vez primera una colección como tal, repara en las apariencias. Y sí, son cuatro ejemplares cuyo diseño exterior responde a un criterio que rechaza lo adocenado. Tiene concisión en lo gráfico. Es decir, se ven y son lindos.
Una vez leídos los cuatro volúmenes, y ésa ha sido mi tarea, busqué puntos comunes entre Arias, Burzi, Porcelli, y Vinci. Encontré, desde lo externo, que los cuatro son porteños y casi coetáneos. Y, leyéndolos, vi que ninguno de ellos se ausenta o aleja demasiado o prescinde de su suelo natal: la metrópolis llamada Buenos Aires trasluce de alguna manera y es un referente que –de una u otra forma- ninguno ha dejado de usar en algún momento de su narraciones. Olores, panorámicas, bares, edificios, monumentos, escuelas puntuales, calles numeradas, leyendas urbanas: todo señala esa omnipresencia y compone buena parte de la escena donde transcurre lo narrado.
Marina Arias –cuyas historias parten del commonplace o lugar común- apunta certeramente contra la vacuidad y la alienación y, con buen manejo del diálogo indirecto, apuntala su registro. Su Claudia / Cló (Las digitaciones de la Señora Castelnuovo) y su Fernanda (Hacia el Mar) ilustran su versión de una cotidianeidad que asfixia. Su Carlitos (en El Flete) remite a la invisible ternura del antihéroe. Arias se consolida al darnos aquella lectura posible detrás de lo aparente. Allí su fuerza.
Juan José Burzi expone un tapiz de horrores donde lo sugerido supera lo expuesto. El relato central en Un Dios demasiado pequeño parece agotarse en la mente turbada de un predicador apocalíptico. Pero el autor saca ases bajo la manga y los lanza contra el lector que –lejos de estar desprevenido- se ceba en el nihilismo de cada suceso. Otras historias hacen de este libro una pequeña gran colección de horrores.
Marina Porcelli devela formas de la muerte mientras incursiona en el relato reflexivo (José Evaristo Ron), apunta brochazos que “examinan” su género hoy (Esa noche llamó Tamara) y muestra su excelente vigor narrativo en Crónica de un lugar muerto. Desprecia lo pintoresco y la formalidad de las apariencias a través de poetizar el desgarro.
Pablo Vinci parece analizar, entre otras cosas, cómo “la traición es una de las formas más contundentes de lograr trascendencia”. Y sus historias van de los recuerdos de barrio (La boca del final) al crimen predecible de un insoportable quien pontifica que “lo malo es que los distintos son todo iguales (Un signo tachado). Se levanta Marcial es un relato que brilla por su patetismo y conmueve desde su verosimilitud.
Para concluir, Arias, Burzi, Porcelli y Vinci, re-examinados otra vez en conjunto, hacen su abordaje de una realidad que en todos los casos es lacerante. No hay concesiones en ninguno de los autores. Porcelli cita a (Thomas) Wolfe diciendo algo así como “estábamos borrachos… teníamos veinte años y nunca moriríamos”. Y en cierta medida, está voceando lo que todos parecen ratificar: hay que luchar contra la desesperanza desde todos los ángulos. Una multitud de criaturas van desde Buenos Aires al mundo, llevan la opacidad de un barrio o de un pueblo chico del que hay que escapar, la soberbia de la princesa del surubí, la desmesura de una suicida a la que le daba cosa tirar flores a la basura, la prédica tramposa de un sanador enfermo, el rodar de una botella por el piso de un ómnibus destartalado, la herida maravillosa de un pelele que muere de pie… en fin, amigos, pasen…entren… compren… vean.
Aquí hay buena literatura. La colección se llama Edulp. Los autores son Marina Arias y Marina Porcelli, Pablo Vinci y Juanjo Burzi.-
Jorge Paolantonio.
Buenos Aires, marzo 16 de 2009.-
Nuestro mayor agradecimiento por sus palabras.
Amigos:
El propósito es presentar aquí, entre nosotros, la colección “Sólo cuentos” de Edulp, la Editora de la Universidad Nacional de La Plata y, en particular, los libros de Marina Arias, Juan José Burzi, Marina Porcelli, y Pablo Vinci que son los cuatro primeros títulos de este nuevo lanzamiento editorial.
No hace falta decir que cuatro autores para un único presentador puede parecer, cuando menos, algo desmedido, exagerado o pretencioso; pero como en tiempos de grandes crisis el ahorro alcanza también a las palabras, heme aquí. Y como ven, sin ángeles custodios. Otrosí digamos, en aras de mi respeto para todos ustedes: seré breve. Y aclaro, no es que con cuatro libros y cuatro autores haya poco para decir. Por el contrario: hay riqueza textual y personal, mucha. De allí que hagan tanta falta los lectores.
En Hacia el Mar (Arias), Un Dios demasiado pequeño (Burzi), De la noche rota (Porcelli), y El salto del final (Vinci) hay un cúmulo de historias ricas en matices y estilos. Hay cuatro voces que, a distinto volumen, con infinidad de matices y una variedad de objetivos, plasman su discurso buscando el encuentro o la complicidad de tantos ojos y conciencias como sea posible. Esto, de por sí, no hace sino responder a y cumplir con un precepto obvio de quien hace literatura.
Quien enfrenta por vez primera una colección como tal, repara en las apariencias. Y sí, son cuatro ejemplares cuyo diseño exterior responde a un criterio que rechaza lo adocenado. Tiene concisión en lo gráfico. Es decir, se ven y son lindos.
Una vez leídos los cuatro volúmenes, y ésa ha sido mi tarea, busqué puntos comunes entre Arias, Burzi, Porcelli, y Vinci. Encontré, desde lo externo, que los cuatro son porteños y casi coetáneos. Y, leyéndolos, vi que ninguno de ellos se ausenta o aleja demasiado o prescinde de su suelo natal: la metrópolis llamada Buenos Aires trasluce de alguna manera y es un referente que –de una u otra forma- ninguno ha dejado de usar en algún momento de su narraciones. Olores, panorámicas, bares, edificios, monumentos, escuelas puntuales, calles numeradas, leyendas urbanas: todo señala esa omnipresencia y compone buena parte de la escena donde transcurre lo narrado.
Marina Arias –cuyas historias parten del commonplace o lugar común- apunta certeramente contra la vacuidad y la alienación y, con buen manejo del diálogo indirecto, apuntala su registro. Su Claudia / Cló (Las digitaciones de la Señora Castelnuovo) y su Fernanda (Hacia el Mar) ilustran su versión de una cotidianeidad que asfixia. Su Carlitos (en El Flete) remite a la invisible ternura del antihéroe. Arias se consolida al darnos aquella lectura posible detrás de lo aparente. Allí su fuerza.
Juan José Burzi expone un tapiz de horrores donde lo sugerido supera lo expuesto. El relato central en Un Dios demasiado pequeño parece agotarse en la mente turbada de un predicador apocalíptico. Pero el autor saca ases bajo la manga y los lanza contra el lector que –lejos de estar desprevenido- se ceba en el nihilismo de cada suceso. Otras historias hacen de este libro una pequeña gran colección de horrores.
Marina Porcelli devela formas de la muerte mientras incursiona en el relato reflexivo (José Evaristo Ron), apunta brochazos que “examinan” su género hoy (Esa noche llamó Tamara) y muestra su excelente vigor narrativo en Crónica de un lugar muerto. Desprecia lo pintoresco y la formalidad de las apariencias a través de poetizar el desgarro.
Pablo Vinci parece analizar, entre otras cosas, cómo “la traición es una de las formas más contundentes de lograr trascendencia”. Y sus historias van de los recuerdos de barrio (La boca del final) al crimen predecible de un insoportable quien pontifica que “lo malo es que los distintos son todo iguales (Un signo tachado). Se levanta Marcial es un relato que brilla por su patetismo y conmueve desde su verosimilitud.
Para concluir, Arias, Burzi, Porcelli y Vinci, re-examinados otra vez en conjunto, hacen su abordaje de una realidad que en todos los casos es lacerante. No hay concesiones en ninguno de los autores. Porcelli cita a (Thomas) Wolfe diciendo algo así como “estábamos borrachos… teníamos veinte años y nunca moriríamos”. Y en cierta medida, está voceando lo que todos parecen ratificar: hay que luchar contra la desesperanza desde todos los ángulos. Una multitud de criaturas van desde Buenos Aires al mundo, llevan la opacidad de un barrio o de un pueblo chico del que hay que escapar, la soberbia de la princesa del surubí, la desmesura de una suicida a la que le daba cosa tirar flores a la basura, la prédica tramposa de un sanador enfermo, el rodar de una botella por el piso de un ómnibus destartalado, la herida maravillosa de un pelele que muere de pie… en fin, amigos, pasen…entren… compren… vean.
Aquí hay buena literatura. La colección se llama Edulp. Los autores son Marina Arias y Marina Porcelli, Pablo Vinci y Juanjo Burzi.-
Jorge Paolantonio.
Buenos Aires, marzo 16 de 2009.-